Construyen confianza en diálogo Colombia-FARC

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LA HABANA (AP) — Mientras la retórica encendida y las bombas siguen resonando en Colombia, los rebeldes y los representantes del gobierno que participan en las negociaciones de paz en la capital cubana describen un ambiente de confianza creciente entre quienes bajo otras circunstancias serían enemigos a muerte.

Los negociadores del gobierno y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) comentan los resultados del fútbol y hacen bromas a la hora del receso. Comparten cigarrillos y puros cubanos, e incluso se agolpan frente a la pantalla de una computadora para opinar sobre el diseño del cibersitio que desarrollaron conjuntamente para quienes buscan información sobre las conversaciones.

Los participantes dicen que es notable ver a los viejos adversarios que pasaron casi medio siglo a los tiros comportándose de manera tan cordial, en un signo esperanzador de que hallarán alguna solución.

Rodrigo Granda, un comandante de las FARC que usa el nombre de batalla de Ricardo Téllez, dijo: “Somos dos partes que venimos de un conflicto que todavía no termina”.

Sin embargo, aclaró que “siempre hay lugar para una broma o una sonrisa; hemos estado estableciendo confianza y eso es muy importante”.

En entrevistas con The Associated Press, cinco participantes permitieron atisbar el ambiente de las negociaciones a puertas cerradas, que comenzaron formalmente en Oslo, Noruega, en octubre y desde entonces continuaron en un centro de convenciones en La Habana. Además, los dos principales negociadores rebeldes Iván Márquez y Rodrigo Granda comentaron públicamente sobre el ambiente de creciente confianza.

Tres de los participantes que hablaron con The Associated Press sobre detalles específicos de las conversaciones pidieron no ser identificados porque no querían arriesgarse a desestabilizar las delicadas discusiones, que se centran en la conclusión del conflicto, la reforma agraria, el narcotráfico, la compensación a las víctimas y la reinserción de los rebeldes en la sociedad, entre otros.

Hasta ahora no hubo acuerdo sobre ninguno de esos puntos.

Es el cuarto intento desde la década de 1980 de concretar la paz para Colombia, que está en pie de guerra desde que los rebeldes tomaron las armas en 1964.

Una ofensiva militar respaldada por Estados Unidos que comenzó en el 2000 redujo las filas de las FARC a unos 9.000 combatientes y liquidó a varios altos comandantes, aunque los rebeldes insisten en que siguen teniendo fuerza.

Generar confianza es particularmente importante en estas conversaciones teniendo en cuenta los antecedentes y acusaciones de traición por ambos bandos.

Después que un ala política de las FARC depuso las armas en la década de 1980, 5.000 de sus partidarios fueron perseguidos y muertos. Mientras tanto, el gobierno acusó a los rebeldes de aprovecharse de un vasto refugio que les concedieron las fallidas negociaciones de paz de hace una década para cobrar fuerza militar y beneficiarse protegiendo el narcotráfico.

El presidente colombiano Juan Manuel Santos dijo que si las negociaciones no rinden frutos para noviembre de 2013, pondrá fin al intento.

Ahora, las FARC y los equipos del gobierno que consisten en 10 negociadores principales y unos 20 miembros adicionales de cada bando fueron alojados en lujosas casas en extremos opuestos de un antiguo club campestre llamado El Laguito, que el gobierno cubano usa como un complejo oficial fuertemente custodiado.

Cada bando tiene los números telefónicos de la otra parte y suelen llamarse por la noche para arreglar detalles del temario del día siguiente.

En las reuniones por ejemplo, las dos partes se tocan insistentemente las muñecas como una forma amable de presionar a Jaime Avendaño, un negociador del gobierno que pasó a ser el cronometrador extraoficial, cuando están ansiosos por hacer una pausa.

Los participantes aseguran que esos descansos de 15 a 30 minutos, en que los negociadores salen a fumar o estirar las piernas, son los que permiten las interacciones más informales.

Hablan sobre temas diversos, desde el tiempo hasta la suerte de los equipos colombianos de fútbol como Millonarios de Bogotá, América de Cali y Atlético Nacional de Medellín, con alianzas deportivas que trascienden las divisiones políticas.

“Allí echamos carreta”, comentó un negociador rebelde, en un colombianismo que es expresión de informalidad de esos pequeños recesos.

Los representantes de las FARC y del gobierno también se dividen en grupos reducidos junto con expertos colombianos en reforma agraria y otras cuestiones a los que han traído para asesorar a ambas partes y las conversaciones informales son un modo adecuado para que los dos bandos insinúen sus posiciones sin hacer concesiones formales.

El ex senador estadounidense George Mitchell, fuerza impulsora del acuerdo de Viernes Santo que concretó la paz en Irlanda del Norte en 1998, dijo que establecer relaciones personales de confianza puede ayudar el proceso, pero no es suficiente para borrar décadas de desconfianza.

“Conocer a los adversarios como seres humanos contribuye a las discusiones serias”, dijo Mitchell a The Associated Press en una entrevista telefónica. “Pero por supuesto de por sí no resuelve las diferencias”.

Mitchell, quien también fungió como enviado estadounidense al Oriente Medio de 2009 al 2011, advirtió que la familiaridad no implica amistad, como evidencia el conflicto israelí-palestino.

“Cuando la gente se conoce, también convalida y fortalece su desconfianza”, explicó. “En vez de resultarle agradable la otra parte, le disgusta aún más”.

Los rebeldes en la capital cubana dicen que un núcleo reducido de negociadores que pasaron siete meses en La Habana este año sentando en secreto las bases del proceso de paz ahora en curso a veces tuvieron contacto social con los funcionarios colombianos, incluso en cócteles organizados por los diplomáticos noruegos garantes y los dos bandos también cenaron juntos en Oslo.

Sin embargo, no se repitió dicha confraternización desde que las conversaciones regresaron a La Habana, en parte debido a lo numeroso de los grupos y porque tomó tiempo establecer relaciones entre los recién llegados.

“Al comienzo no se había construido confianza, tal vez un poco de distancia, pero con el tiempo esa distancia fue cediendo”, dijo el 29 de noviembre en una conferencia de prensa el negociador jefe de los rebeldes, Iván Márquez, cuyo nombre verdadero es Marín Arango.

Tanja Nijmeijer, una holandesa que se unió a los rebeldes hace una década y que es de entre las pocas mujeres en la mesa de negociaciones, dijo a The Associated Press que “no es un ambiente de amigos, pero es placentero”.

Eso contrasta radicalmente con la situación en Colombia, donde la declaración de un cese el fuego unilateral por parte de las FARC no ha puesto fin a las hostilidades.

A fines de noviembre, un frente rebelde destruyó dos torres de energía; las guerrillas dijeron más tarde que el grupo no había recibido noticia sobre el cese de fuego anunciado el día anterior. Una semana y media después, los militares colombianos bombardearon campamentos de las FARC y dijeron que murieron por lo menos 20 guerrilleros.

Sin embargo, aun así, los negociadores han intercambiado comentarios amables.

Cuando se le preguntó cómo era enfrentar cara a cara a un perenne adversario como el general colombiano Jorge Enrique Mora, Márquez dijo que respetaba tanto a Mora como a un ex jefe de la Policía nacional cuya experiencia como hombre de armas podría ser valiosa.

“Si han sido buenos para la guerra, de pronto saben cómo hallar el camino para la paz”, sentenció.

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Los periodistas de Associated Press Andrea Rodríguez y Peter Orsi en La Habana y Shawn Pogatchnik en Dublín, Irlanda, contribuyeron a este despacho.

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Paul Haven está en Twitter como: http://www.twitter.com/paulhaven

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